Bajo una fría llovizna, el domingo a la mañana en el cementerio municipal, la comunidad charrúa local recordó a Florencio Cheto, “Floro”, en el lugar donde hace poco tiempo se identificó su sepultura.
La tumba, cuya ubicación hasta hace poco tiempo era desconocida, fue reconocida por los trabajadores de la necrópolis local, luego de constatar la fecha en su acta de fallecimiento –3 de septiembre de 1965–, que fue encontrada por un empleado del registro civil de Villaguay.
Luego de su identificación, fue reconstruida. En el lugar se colocó una piedra con el rostro de Floro tallado –hecho por Omar Jacobo–, se la rodeó de otras rocas, y se dejó un espacio de tierra en el centro, en donde al finalizar la ceremonia se hicieron las ofrendas.
Fue esta la primera vez que las comunidades se encontraron para honrar la memoria del ancestro. Participaron los integrantes de la comunidad Charrúa Etriek, de nuestra ciudad, el vicepresidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, Luis Pilquimán, el director de Cultura municipal, Andrés Ramón, y representantes de Oyendajau de Federal, Gue guidai verá de Maciá e Inchalá Ué de Villa Domínguez. “Esto representa para nosotros un nuevo amanecer”, comenzó Héctor Santomil, y agradeció a la lluvia: “se está mojando la tierra en donde vamos a hacer las ofrendas”.
Pilquimán, por su parte, hizo hincapié en la importancia de recuperar a los ancestros, porque eso fortalece la identidad de los pueblos. También valoró la participación de los jóvenes: “ustedes tienen la oportunidad de leer, de interiorizarse, su tarea es conocer sobre su pertenencia”. Además, habló de la realidad de los pueblos indígenas en el país, las dificultades que atraviesan, y sostuvo que “todos los logros han sido producto de la lucha”.
Hubo también espacio para otras voces charrúas, que destacaron que “homenajear a Floro es homenajear a nuestros ancestros”, agradecieron la invitación, e hicieron mención a los problemas y obstáculos que enfrentan las comunidades, pidiendo al respecto que se terminen el negacionismo y el racismo, y que la cuestión indígena se incorpore a la agenda política.
Al concluir, se plantaron sobre la tierra del sepulcro hierbas medicinales nativas, mientras los presentes entonaban la canción “Bascuadé inchalá”.
(El Pueblo)
