Saltar al contenido

La ciudad balnearia en la que un pancho cuesta 5 mil pesos y la clase media dice adiós

enero 1, 2024

En la tierra donde un café cuesta cuatro mil pesos, un choclo o un pancho cinco mil, una botellita de cerveza nueve mil y una cena de fin de año oscila entre 300 y 400 dólares, la clase media argentina, definitivamente, no tiene lugar.

Esa tierra es Punta del Este, que dejó de ser un balneario top de Sudamérica para convertirse en una ciudad abierta todo el año, donde los argentinos ya no son los únicos capitanes. Hoy le disputan el trono los brasileños y va increscendo la presencia de norteamericanos y europeos.

“A la clase media la fueron corriendo con elegancia y respeto, poniendo los precios por las nubes, como se hace todo en Punta…”, dice Iván, argentino, recepcionista de un hotel sobre la calle Gorlero.

Siempre Punta del Este resultó la prima cara del Río de la Plata, pero nunca literalmente imposible para la clase media como lo es en esta temporada que está asomando. Por supuesto que no es culpa del enclave top de la región, sino que tiene que ver con las zozobras económicas que azotan a los argentinos.

La pandemia fue la bisagra y en los últimos dos años 50.000 argentinos se transformaron en nuevos residentes, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), “Esa ola migratoria de propietarios subió mucho la vara”, es el comentario repetido cuando se consulta a distintos argentinos..

“Llamativamente se han caído varias reservas para alquilar en esta época y para enero que ya estaban señados. No es algo que eso ocurra seguido en Punta, pero en la situación económica que se vive en Argentina, sumado al cambio de gobierno y a la suba del dólar oficial y del dólar tarjeta habrá que encontrar las razones”, expresa Tito Gattas, un operador inmobiliario referente de este lado del charco.

“Se ha hecho muy complejo el panorama para ese sector medio argentino. porque Uruguay cuesta entre cuatro y cinco veces más que Argentina. Imaginate Punta del Este, que es una burbuja”.

Gattas expresa sorpresa “que los que señaron hayan aceptado perder sus reservas, que eran montos altos de más de mil dólares pero, evidentemente, no están dadas las condiciones económicas para esa franja social argentina, que antes podía estar una semana, o diez días, ir con la heladerita a la playa y comprando todo en el supermercado… Lo que advierto en esta temporada, aunque ya se advirtió el año pasado, es que Punta del Este se ha vuelto más elitista. Hoy la ciudad prioriza la calidad y no la cantidad y está muy bien, porque es lo que necesita”.

Pese a este panorama que deja fuera de acción a miles de turistas, el argentino sigue siendo el que mueve el amperímetro en Punta. Claro, es el argentino abc1, el de alta gama, ese que, por ejemplo, tiene presencia en casi un 80 por ciento de los 160 departamentos de la Trump Tower, el flamante edificio de 25 pisos, que mira a la Brava y en el que un apartamento oscila en 1.5 millón de dólares.

“La temporada va andar a tope, pero lamentablemente la clase media argentina no nos acompañará, al menos por un tiempo”, estima Rolando Rozenblum, presidente de la Cámara Empresarial de Maldonado.

“Si bien se viene notando la ausencia de ese sector, que era habitué hace años, hoy se consolida esa falta. Pero para Punta del Este no es una carencia, sinceramente no va a sentir esa falta de gente, porque no sólo ganó 50 mil residentes argentinos que antes no tenía, sino que se está haciendo fuerte en estas arenas otro huéspedes muy consumidores, como el gaúcho de Porto Alegre y está empezando a ganar terreno el paulista de San Pablo”, hace saber Rozenblum.

“Hay una sensación general de que todos queremos que Punta del Este sea exclusiva y de a poco -señala Rozenblum- se está convirtiendo en un objeto de deseo a la altura de Ibiza, Mónaco y Saint Tropez. a las que no hay nada que envidiarles”. El argentino de alto poder adquisitivo sigue viniendo “sin que estos vaivenes económicos le hagan cosquillas. Ese argentino, que aquí es masivo, piensa en dólares, está desconectado del peso argentino, que en Uruguay ya no se acepta”.

Ex alcalde de Punta del Este entre 2015 y 2021, Andrés Jafif, por el contrario, no vacila: “Necesitamos mucho a esa clase media que dejó de venir, porque representaba un tipo de consumo que se está apagando. Me refiero al que iba a un local de ropa, al teatro, a determinado restorán o el que alquilaba un tipo de propiedad más austera… Bueno, ese turista argentino ya no lo tenemos entre nosotros y se nota su ausencia. Hoy casi no está el argentino del interior, el cordobés, el correntino o el salteño que se animaban a veranear en Punta y que ahora se les complicó el panorama por la situación cambiaria”.

Jafif lamenta “la pérdida de ese huésped que venía por una semana, andaba con el autito buscando la mejor oferta para alquilar y traía dos mil dólares para reventar. Lo que está pasando con Punta del Este, que se acentúa cada vez más, es que se ha transformado en un destino de propietarios que han corrido a los inquilinos. ¿Qué argentino de clase media puede pagar un café a cuatro dólares? ¿Si volverá? Estamos muy expectantes al nuevo gobierno de Javier Milei, pero si no hay cambios profundos, Punta del Este será más que imposible para la clase media argentina que por ahora se despidió”.

No hace mucho podían verse circular por estas calles a taxis argentinos que venían a veranear. “No estamos hablando del siglo pasado, fue en 2017, la última vez que Punta del Este estaba más barato que Argentina y fue la segunda vez en toda la historia”, sonríe Javier Azcurra, director de Relaciones Institucionales del Enjoy, ese hotel que marca la aguja de la ciudad.

“Es evidente que se respira y disfruta cierto aire de exclusividad y eso realza algunos de sus encantos: playas espaciosas, tránsito fluido, restoranes que no están abarrotados. La llamamos ‘la ciudad de los diez minutos’, a cualquier lado que quieras ir lleva ese tiempo”.

La transformación de balneario a ciudad “le dio otro perfil a Punta del Este. Ahora el nuevo residente argentino, que tiene alto poder adquisitivo, elige calidad de vida, seguridad y tranquilidad política. Ahora está arrancando la temporada, pero aquí la gente está en paz en lo cotidiano, reina el silencio, no hay bocinazos, no hay puteadas, impera un estado de ánimo muy amable”, analiza Azcurra. “De todas maneras, se planea la idea de recuperar al profesional argentino de clase media alta que se ha perdido por el momento”.

Rosarina, Fernanda Baravalle, operadora inmobiliaria asegura, por experiencia propia, que “Uruguay es caro hasta para los propios uruguayos que como nunca antes están viajando seguido y en masa a Buenos Aires y a otras ciudad de la Argentina. Se dio vuelta la tendencia y ahora es el uruguayo quien, favorecido por el tipo de cambio, cruza el charco”.

Instalada hace unos años en la península, Baravalle puntualiza: “En los últimos dos años empezó a dejar de venir el joven de veintipico, treinta años, profesional, que gana entre 400 y 500 mil pesos, un suelo aceptable, pero que no le alcanza para alquilar y vivir en Punta diez días”.

“Acá 100 dólares son cuatro mil pesos uruguayos que vuelan comprando dos o tres pavaditas. En cambio, en Argentina son casi 100 mil pesos y podés comprar más cosas. Yo entiendo que en mi país la gente se queje por el aumento de la nafta, pero acá en Punta vale U$ 1,97 el litro, claro que los sueldos son más importantes que allá. Yo tengo amigos que me visitan y paran en mi casa, y lo primero que dicen, antes de pestañear, es ‘qué caro es todo en Punta del Este’. Sí, desde Argentina todo parece imposible”.

Presidente de la Cámara Inmobiliaria de Punta del Este, Javier Sena reconoce que había “incertidumbre antes de las elecciones presidenciales en la Argentina, pero ahora creemos que la temporada será importante y ese argentino que es leal a Punta, lo seguirá haciendo. No va a explotar la península, pero tampoco rebalsará Pinamar, pero vamos a andar bien, si bien éramos cautelosos, tenemos esperanzas en que llegaremos a un 95 por ciento de ocupación”.

¿Por qué no el ciento por ciento? “Porque faltará la clase media argentina, que si bien era cada vez más pequeña, todavía seguía viniendo porque confiaba en la seguridad, los servicios y ese toque de distinción que tiene Punta, que hoy la hace inaccesible para el asalariado”.