La historia de un albañil que llegó a la alfombra roja después de haber construido un cine en su casa.
Sobre el techo de su casa en Villa Elisa, Entre Ríos, Omar Borcard, un albañil de 64 años, construyó durante 168 domingos un cine en su casa, después de que la histórica sala del pueblo cerrase sus puertas en 1986. Lleva casi 20 años ofreciendo un espacio de cultura, como él dice, para los chicos. «Es todo cuesta arriba», dirá en otro momento. Omar se siente cansado, pero no vencido. Y agrega: «No hace falta tener un físico privilegiado para poder cumplir un sueño, a veces lo único que se necesita es voluntad». No se equivoca.
Su ejemplo de perseverancia llevó su historia a la pantalla grande. Durante diez años, la cineasta Luz Ruciello siguió de cerca la vida de Omar y de su familia para mostrar en el documental Un cine en concreto su lucha por no cerrar el cine y su pasión por el séptimo arte. Para ella, es el retrato de «un invencible».
Omar está sorprendido con el impacto que tuvo su historia en el público. Recuerda cuando vio el documental por primera vez y cómo fue ovacionado al proyectarse como film de apertura del 21º Festival Internacional de Cine de Lima (PUCP), en Perú. «Alguien gritó ‘grande Omar’ y después todos aplaudieron. Es impensado estar en la alfombra roja, y más para un albañil», dice. El documental fue visto en varios festivales, cuenta con música original de Maxi Prietto y se verá a partir de mañana en el Espacio Incaa-Cine Gaumont.
Al igual que Salvatore, «Toto», el protagonista de la clásica película italiana Cinema Paradiso, dirigida por Giuseppe Tornatore, el amor de Omar por la pantalla grande empezó cuando era chico, vivía en una colonia rural a 3 km de la ciudad de Villa Elisa e invertía las pocas monedas que ganaba trabajando de canillita para encerrarse en el histórico Cine Mitre. «Subía a la sala antes de que empiece para ver las máquinas o me daba vuelta para ver el chorro de luz, era algo que me fascinaba», recuerda.
Desde las películas western de John Wayne hasta todos los estrenos de su ídolo, Palito Ortega, Omar no se perdía ningún título, tampoco las actuaciones de Luis Sandrini, para él el actor más completo. Aquel lugar le servía de refugio, lo distraía, le encantaba. Hasta que un día, el Cine Mitre de Villa Elisa, por una disposición municipal, no proyectó más.
Omar repite una frase con la que se ríe un poco de sí mismo, se la dice a todo aquel que se interesa por su historia: «El cine para mí es como la sangre para Drácula: él sin sangre no vive y yo sin cine tampoco». En busca de esa energía vital puso en marcha el proyecto. Él dice que lo hizo para los chicos del pueblo, porque cree que todos merecen vivir la experiencia del cine. Un poco, también, lo hizo por él.
Durante cuatro años, todos los domingos se dedicó a construir la sala. Elevó las paredes, puso uno por uno los tablones en el suelo, pintó la tela de la pantalla y tapizó el resto del cuarto. El lugar que eligió: el techo de su casa. En junio del 2000 inauguró por primera vez su cine «Paradiso», con la película Alma mía, interpretada por Pablo Echarri, después de recibir como donación un proyector Goumont modelo 1928 y las viejas butacas del Cine Mitre.
Omar vive con Teresa, llevan una vida simple en una humilde casa de Villa Elisa y los dos se sostiene por medio de la jubilación de ella. Hace doce años que él dejó de dedicarse a la albañilería por un diagnóstico en su columna vertebral y aunque durante un tiempo tuvieron un pequeño local de zapatillas no pudieron mantenerlo.
El cine abre todos los fines de semana de marzo a diciembre, pero el precio de las entradas solo les sirve para pagar los costos de las películas que compra originales en la Ciudad de Buenos Aires. No le importa. «A mí si viene alguien y me ofrece el último Alfa Romeo, pero me dice a cambio ‘tenes que cerrar el cine’ le digo ‘llevateló’».
En cambio, Omar elige cada vez que puede visitar los barrios más humildes o el comedor infantil de la escuela para entregar entradas gratuitas a chicos carenciados. «Para que ellos también puedan venir», explica.
El cine no recibe ningún tipo de subsidio, ni subvención del Estado. Hasta el año pasado, el municipio le otorgaba a Omar una pequeña ayuda económica (en marzo de 2018 cobró un total anual de $1000). Por eso, cada tanto realizan algún evento a beneficio para recaudar plata y poder sostener el espacio.
Ahora espera ansioso el estreno nacional de la película, que será proyectada en su cine preferido: el Gaumont. «Quizás después del estreno no pase nada, pero tal vez aparece alguien que quiera apadrinar el cine y darme una mano», repite Omar, con ilusión en su voz, casi como si tratara de convencerse a si mismo. Y dice: «Sueño con tener una pequeña consolita, para dar desde ahí el volumen, y que me alcance la plata el día de mañana para poder cambiar la lámpara del proyector cuando haga falta».
Un cine en concreto fue seleccionada en 20 festivales internacionales hasta la fecha, se estrenó por primera vez en Miami en el WORLD PREMIERE: 34° Miami Film Festival; siguió su camino en el Festival Internacional de Lima, Perú, y participó de otros festivales en el mundo entre los que se destacan el Cinélatino, 29éme Rencontres de Toulouse, Francia; el 41° São Paulo International Film Festival, en Brasil; y el 20° Shangai Film Festival, de China.
Sin embargo, Omar sabe que las luces de las cámaras duran poco y tiene miedo de entrar en una depresión cuando estas se apaguen. Por eso, se puso a escribir sus propios guiones. «Tal vez es una porquería, pero yo lo escribí, le puse título y todo. ‘El milagro del amor’, se llama. Va quedar ahí porque no tengo medios, no tengo nada». Mientras tanto, seguirá viendo cómo lo atraviesa ese chorro de luz y quizás el título de su guión algún día sea el cierre de su propia historia
Iván Rodríguez